Realmente me siento muy cansada, estos han sido días muy difíciles, pero no se de donde saqué la fuerza suficiente para soportar una carga tan pesada. Mi suegra a muerto de cáncer generalizado hace una semana, luego de meses de análisis, tratamientos, medicinas, entradas y salidas a clínicas y hospitales. Era una mujer típica jefa de familia, todo pasaba su inspección y su aprobación por sobre todo antes de ser ejecutado, nada podía escapar de su supervición jamás. Lo único que no pudo fue impedir nuestro matrimonio, yo no lo sabía en ese tiempo, pero luego me enteré que se opuso firmemente a la idea del mismo, claro, no contaba conque su hijo el mayor, el más dócil como ella decía, sería justo el que le atestara tal puñalada en el pecho (eso fue melodramático pero quien me lo comentó me hizo sentir esa imagen de novelita de tv venezolana). El tiempo pasaba tratando de encontrar acomodo en nuestras vidas, reestructurando la familia, tomando posiciones o tratando de afirmarlas, recuerdo que me sentí en una lucha donde estaba sola frente al resto con mi flamante marido de espectador llevándoles el amén. Pues nada, peores cosas he tenido que vivir y esta minucia no me va a apachurrar, y así fue. Dejé bien en claro que mientras nadie se metiera con mi vida ni con mi matrimonio las cosas marcharían perfectamente y en paz, pero si trataban siquiera de pensar en intervenir malamente pues allí se las verían conmigo. Los años fueron pasando, ella me fué conociendo y sentí sumamente extrañada, su interés en aproximarse a mí; me comentaba sus ideas pidiéndome opinión, me invitaba a tomar desayuno, luego me pedía que le enseñara como preparaba las frituritas de plátano, me pedía consejo para tal o cual cosa (esto ya es muy extraño pensaba yo, ¿será que cambió su opinión de mí?).
Cierto día en medio de una conversación me dijo:- tú eres como yo, eres responsable de tu familia, siempre estas tratando de proteger....- y siguió hablando pero eso me dejó en blanco, le daba vueltas a la frase "igual que yo", ¡tate!; no podía creer lo que oía, siguió hablando y hablando, sobre la ex nuera favorita, si ella así o asá, si su viejo (su marido) esto o lo otro, por lo visto la señora había cambiado su forma de pensar con respecto a mí. Luego siguieron mas cosas, desde prepararme platos especiales por mi cumpleaños (quería invariablemente que almorzara con ellos ese día), postre que hacía postre que me invitaba, confidencias, consejos. No me sorprendió en lo absoluto que me pidieran consejo cuando ya estando enferma e internada en la clínica naval, por que su yerno es marino, su estado empeoraba en vez de mejorar. Tratando de informarme bien de la evolución del caso revisé los análisis y demás, no se porque me fijé tanto en cierta radiografía de pulmón (debo aclarar que no soy médica, pero sí acuciosa e informada) tomada en el inicio de las averiguaciones de su enfermedad, esa mancha sospechosa me hizo temblar. En ese momento llegaron mi cuñado con el médico a cargo, así que aproveché para empezar a preguntar y preguntar. Llegamos a un punto en que no supo decirme porque razón no se habían hecho los análisis pertinentes para averiguar si esa manchita allí era lo que parecía, por qué recién ahora se pedía una espirometría (creo que así se llama la prueba que exploraría el pulmón para extraer muestras de tejido) y no en ese tiempo, el médico en actitud mas que prepotente me miró de pies a cabeza (era la primera vez que me veía allí) -y usted señora ¿quién es?- me dijo, le respondí mirándolo de frente a los ojos sosteniendo la mirada que era la nuera, siguió preguntando:-y... usted ¿qué es?-. Le respondí diciéndole que esta radiografía obviamente indicaba algo y que no entendía por qué no se habían hecho los estudios en su oportunidad. No recuerdo bien como fue que me pidieron que fuera a recoger los resultados de ciertas pruebas de los huesos así que salí disparada de allí diciéndome para mis adentros que mejor averiguaba con otros médicos porque acá algo huele mal. Tenía el sobre en mis manos así que porque no ver que decía ¿no?, mientras caminaba rápido como es mi costumbre abría el sobre y extraje el papel, leí hasta que me detuve en seco -"metástasis en huesos de....", es cáncer, por dios es ¡cáncer!- para ese momento yo no tenía ni la menor idea de que era lo tenía mi suegra, mi suegro tampoco lo sabía ni menos mi marido, ¿por qué razón no lo sabían? tenía que hablar con mi concuñado. Por supuesto que él lo sabía, cuando entré por la puerta de la habitación buscando al médico ese para que me explicara había desaparecido, y con él la radiografía, tampoco estaba mi concuñado que regresó al rato y afuera me dijo que efectivamente él lo sabía desde hace unos días. Días, ¡días!, esto lleva meses si no son años, metástasis desde el pulmón a los huesos? no se me cocina, mi concuñado no es médico, tampoco tenía ni idea de lo que estaba pasando pero cerró la boca en todos los idiomas porque según él, no quería que su mujer sufriera con la noticia de la enfermedad de su madre. ¿Qué?, mira concuño, dije, me parece que esto es algo muy importante para que la familia no lo sepa, además acá veo cosas muy extrañas. No quise seguir hablando ni con él ni con nadie mas, moví todos los resortes que pude y trasladé a mi suegra al hospital Central del seguro social, por lo menos allí tenía amigos que me dirían que es lo que pasaba, por otro lado con una amiga médica me enteré que la metástasis esa no venía del pulmón, me sugirió que buscara mas abajo. Las cosas se dan así, en esa semana justo llevamos a mi suegra con dolores intensos en el vientre. -Es la radiografía de la señora- decía el médico tras la cortina, no pude resistir y corrí la cortina justo cuando ellos terminaban de colocar la radiografía en la luz para observarla, un grito apagado por mis manos en la boca, no podía creer lo que estaba viendo...manchas en todo el intestino, manchas y manchas plagaban la radiografía. No soy radióloga, no trabajo en hospitales, no soy médica, pero el resultado era obvio. Los médicos se voltearon a mirarme y confirmé en sus ojos mis sospechas, allí no había nada que hacer. La internamos en el piso donde trabajaba mi cuñado el marido de mi hermana. Desde un inicio mi suegro se instaló al lado de su mujer y no se movió de allí ni un sólo día, yo hacia las visitas para que el pobre hombre fuera a almorzar, en un principio tres veces por semana, luego diarias, luego por las tardes encargando a mi hijo con mi familia; luego llegaba a las 9 de la mañana y no me movía de allí hasta que mi marido me recogía luego de salir de la oficina. Cierto sábado por la tarde cuando regresé de almorzar en la cafetería del hospital acercándome a la centralita de las enfermeras del piso donde estaba mi suegra escucho: -la señora está en el cuarto 112 b, la hija no tarda en regresar fue a almorzar- decía la gordita como la llamábamos con mi suegro, una enfermera cariñosa y servicial.-¿su hija?,¡ pero si la hija soy yo! ella es mi cuñada- disminuí el paso, esto no me lo pierdo por nada del mundo me dije. - ¡ah! no lo sabía disculpe, como ella viene a diario pensé que era la hija- inmediatamente mi cuñada contestó -para que vea lo buena suegra que es mi mamá- sus pasos se alejaron, yo no podía contener las carcajadas, imaginaba la cara que tenía mi cuñada en ese momento, cuando la otra enfermera le dice a su compañera:-¿viste eso?, yo sólo veo venir a visitar al hijo mayor, vaya familia-. Los fines de semana llegaban mi cuñado el hermano de mi marido y su mujer, mi cuñada y su marido, alguno que otro familiar de mi suegra que venía de provincia y no podían venir a diario pero eso si, no hubo fin de semana que no llegaran, sus hermanas o sus sobrinas; a diario venían a visitarla la familia de mi suegro.
Durante todo este tiempo tuve que preparar a mi marido y mi hijo, no fue nada fácil, nuestra sociedad no acepta la muerte como algo natural, la vemos muy lejana y no tomamos conciencia de ella. Por esos día mi suegra envió a su marido a buscar no se que cosas lo que me pareció raro, me pidió que me sentara a su lado y me preguntó de frente que era lo que realmente tenía. Por mi cabeza pasaron muchas cosas rápidamente, no decirle la verdad fue lo primero pero ¿con qué derecho le niego saber como está?, no se mentir, a mi siempre se me nota en la cara ¿qué hago ahora?, tiene derecho a prepararse, a poner en orden sus cosas, a reconciliarse con Dios ella es católica practicante. De pronto no se como me encontré diciéndole que tiene una enfermedad, que requiere muchos tratamientos tediosos y demás, cortó mi discurso diciendo :- tengo cáncer ¿no?, dímelo por favor, tú eres la única persona que me lo puede decir, por favor, dímelo-. Mientras pronunciaba su diagnóstico ella lloraba como nunca la vi hacerlo, traté de consolarla como pude diciéndole que la medicina había avanzado que no era como antes, los tratamientos haría su efecto y yo estaba segura de que saldría de esto con bien. Me han pesado mentiras en el alma pero esta es la peor de todas, mentira piadosa o no es una mentira y mi ser completo se negaba a sostenerla, era un esfuerzo tan grande que físicamente me estaba afectando. Salíamos de una sesión de quimio cuando pasó un médico bastante feito el pobre y le hice un comentario en voz baja a ambos y rompimos a reír los tres, fue curioso, me tomó la mano y me dijo que sólo yo la hacía reír de esa forma, su mirada era tan diferente a la de hace unos años cuando recién me case con su hijo, en esta mirada había afecto, ternura, por fin sentí que realmente teníamos un lazo de unión, ambas sentimos que eramos familia. Los días transcurrían, ella empeoraba. Me alistaba para ir al hospital cuando sonó el teléfono, era mi cuñado, me pedía que no fuera al hospital así sin mas explicaciones y cortó. Me quede inmovilizada con el teléfono en la mano, pensé en llamar a mi marido para saber que estaba ocurriendo realmente, terminé de alistarme, llamé a mi madre para pedirle que estuviera atenta al teléfono, luego colgué buscando el nuevo número de mi marido cuando timbró nuevamente, era mi cuñado pidiéndome que llamara a su familia de provincias y que les comunicara el fallecimiento de su madre, y colgó. Así sin mas explicaciones; llamé a mi marido y al escuchar su voz entendí que no estaba enterado de nada, tuve darle la noticia allí por medio de una fría llamada telefónica, le pedí que se comunicara con el hospital que yo iba para allá, pero me pidió que hiciera lo que había pedido su hermano. Pensé en mi suegro. Ellos organizaron todo muy bien, el velatorio, el entierro. Me sentí muy rara al darles el pésame, era obvio que para ellos yo seguía siendo una extraña a la familia; sólo los familiares de provincia de mi suegra y los familiares de mi suegro me hicieron sentir mejor. La hermana de mi suegro dijo en voz alta: -no hubo día que yo visitara a mi cuñada que no te encontrara a tí-. Hubiese querido despedirme de ella, y sé que también ella lo hubiera querido, y de su nieto mi hijo, pero bueno, puse el despertador a las 4 de la mañana para levantarme no para quedarme remoloneando en la cama sumida en recuerdos, hoy es mi cumpleaños, el día me va a quedar chiquito para todo lo que hay que hacer y además...no tendré ese almuerzo rico que me hacía ella, ¿dónde estará la receta de su sudado de pescado? a ver si me queda siquiera parecido, también haré frituritas de plátano como postre que tanto le gustaban. Estoy sentada en la cama, con la luz apagada mirando por la puerta abierta el corredor que da al baño, mi hijo aún duerme en la habitación de al lado al igual que mi marido acá junto a mí, se filtra la luz del poste del alumbrado público de la calle, otra vez no corrieron las cortinas pero me da igual porque se ven los árboles desde la ventana de la sala, de pronto la veo, vestida con un pantalón azul y una blusa de cuadritos abotonada hasta el cuello, con su cabello ondulado y cortito, su figura menuda y pequeña se desliza hacia la habitación de mi hijo; tengo los ojos abiertos desmesuradamente, la boca que no emite ni un sonido a pesar que quiero llamarla, se me ocurre que podría saltar de la cama y correr hacia ella, abrazarla, decirle; pero lo que hago es mover a mi marido sin dejar de mirar la figura deslizante que se pierde a través de la pared de la habitación. Para cuando mi marido despierta el momento ya pasó, le explico que puse el despertador, estaba totalmente despierta recordando todo lo que hemos pasado juntos, pensando en que no tendría el rico almuerzo que me preparaba su madre, en el día de trabajo que tendría, pero ya no importa, por lo menos a mí no me importa, ella vino a saludarme por mi cumple y a despedirse de su hijo, su nieto y su nuera, por lo que a mi concierne es un lindo regalo de cumpleaños, su último regalo de cumpleaños.
2 comentarios:
miyita: eso pasa, les ha pasado a otras personas. Es raro. Porque los vemos como si estuvieran vivos y ya su cuerpo físico no está. Yo creo que es su alma que nos manda esa ilusión cuando estamos tristes por ellos para que sepamos que están bien. ¡ Beso!
Miguita Lauruguacha gracias por comentar mi cuento y si...como todo cuento tiene algo de verdad. Son experiencias poco estudiadas nada mas ¿no?, vamos miga busquemos la lupa, a investigar mas sobre fenómenos paranormales que le hayan pasado a los que conocemos shiiiiiiiiiiiiiii besote grandote.
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