Antes de pasar por el patio hacia mi habitación pude ver una de sus hojas. Imposible, decía mi cerebro, negándose a enterarse del desastre que tendría que reparar porque la hoja que veía era la de mi adorada calaguala. Hace unos años desperté sobresaltada con una imagen grabada, un pedestal oscuro y torneado de esos antiguos que recuerdan el barroco colonial peruano, la maceta que apenas se percibe por entre las hojas verde intenso de la maravilla de helecho frondoso y exuberante que tenía delante mió, una planta hermosa, vibrante; sus hojas grandes de verde intenso, brillantes aunque no había sol que la iluminara. Este sueño lo tuve un par de veces y decidí, aunque no tenía ni la menor idea del nombre, buscarla y tenerla en casa. Vanos intentos los míos, no conseguía averiguar el nombre y no encontraba la planta en ningún mercado cercano. Obsesionada con la imagen le conté el sueño a mi madre con lujo de detalles, la forma, el color del parante, la maceta, el patio en que se encontraba, la posa de agua que había a un costado; no me había dado cuenta del rostro de mi madre mientras le relataba el sueño, estaba estupefacta, con la boca entreabierta y los ojos muy abiertos; su expresión me hizo callar de golpe y preguntarle alarmada si se sentía mal o que tenía. Tomando aire, mi madre hizo un esfuerzo por ordenar sus pensamientos y se sentó para contarme del patio de su abuela Elena, de la posa de agua que contenía los peces de su tío Amado y la adoración de su abuela Elena: la calaguala que tenía en un bonito pedestal de madera torneada como el que yo describía. Nos quedamos en silencio unos segundos y añadió que era imposible que yo hubiera estado en esa casa porque ella para ese entonces no tenía más de 16 o 17 años y a los pocos años siguientes falleció su abuela y la pobre calaguala también termino secándose a pesar de los cuidados que le prodigaron. La familia se mudó de casa, los hijos se casaron y cada uno fue por su lado, la casa hacía muchos años ya que fue demolida por su antigüedad y en el lugar existe un edificio, era imposible haber visto ese patio, y menos esa planta. Yo estaba embarazada cuando la calaguala me perseguía en sueños y gracias a mi panza enorme no me permitían ir donde quería sola, pues bien, empezamos a buscar la plantita por todos los lugares imaginados y en un mercado de flores de barranco la encontramos, chiquita, en una maceta de barro que se notaba muy grande para la plantita con sus escasas tres hojitas. Cuando la vi a la distancia la reconocí, era esa la planta que buscaba con tanto afán, no tenía la presencia imponente de la de mis sueños pero estaba segura que esa plantita se convertiría en algo similar a la que yo ansiaba. Pasamos muchas cosas juntas, enfermedades, piojitos, arremetidas perrunas y plaga de bichos blancos pero allí está, llevamos juntas casi 21 años y seguiremos unidas aunque sea lo último que haga, no iba a permitir que por la barrabasada de mi perro de tirarla abajo de su pedestal dorado y pisotearla como le dio su gana se muriera, ¡jamás!, la levanté despacito sacándole los restos de arcilla de la maceta rota, la coloqué en el patiecito de afuera de la casa y al día siguiente corrimos a comprar una maceta de plástico a prueba de perros nerviosos. Ahora está allí, desde mi ventana del escritorio puedo verla con sus hojas retorcidas, sus tallos oscuros y sus raíces peludas sobresaliendo de la maceta. Dicen que es una planta medicinal, que ayuda en problemas de piel, coronarios y no se que tanta cosa mas, pero para mí es una compañía, una de mis consentidas, y cada vez que la veo recuerdo la maravillosa planta que vi en mis sueños propiedad de la abuela Elena, a la que no conozco ni por fotografías, porque por alguna razón alguien de la familia barrió con todas las fotos y efectos personales, en fin… ese es otro cuento.
2 comentarios:
Hola miyita, espero que andes muy bien. Respecto a tu cuento, si te basaste en tu historia, seguramente tu abuela te estaba mandando buena energía para tu maternidad. Opino de purita atrevida que soy, "namássss". ¡ Beso y buen fin de semana!
mi migaaaaaaaa, gracias por tus deseos, espero que el invierno no les esté dando lata como acá; me base en mi historia si, la abue de mi mamá o sea mi bisa, tenía dicen una calahuala...lauruguacha sabes que tu explicación me deja tranqui?, es la primera vez desde que cuento esto que una explicación me deja tranquila...en paz, porque es algo que me tenía en lo profundo, muy inquieta, creo que diste en el blanco siiiiiiiiiii gracias corazón bello y sabio, te quiero mucho mi amiga el alma, compañera de estos caminos tan raros a veces.
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