Llevo semanas tragando polvo, cemento y cuanta porcata dejen los obreros sean cuales sean estos porque la única encargada de la limpieza resulto ser yo(cuestión de horarios y de desesperante picor en mi nariz) así que como todos los días ni bien se fueron mis martirizadores tomé mi escobita y a barrer. Mientras barría las escaleras me daba cuenta que de la cantidad de luz que entraba a través de los pasadizos sin ventanas, esta luz intensa y brillante de los meses de marzo y abril cuando el cielo de mi ciudad te permite verlo despejado sin una nube gris porque es un otoño raro, a estas alturas del año normalmente ya está haciendo frió por las tardes y el cielo se cierra en un grisáceo monótono. Hoy hay un sol radiante, como los días anteriores, luz brillante que se mete sin pedir permiso, me voy percatando de la tonalidad amarilla que toma la luz; el polvito se percibe entre los rayos que penetran por las barandas, danzarines, juguetones, revolotean. Voy subiendo las escaleras en mi quehacer, y el color de la luz se va tornando naranja radiante, brillante color del atardecer, cualquier cosa bajo esa luz luce divina, la piel por mas pálida que sea, las paredes, los pisos..., ya estoy en la azotea y puedo disfrutar de la puesta del sol, los colores rojos, naranjas, amarillos, incendian el cielo con matices verdes y azules, es la fiesta de los colores para despedir al día. Contemplo la belleza, nada mas por este instante ya valió la pena el día de hoy.
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