viernes, 29 de enero de 2010

Sobre un artículo de Juan Manuel Prada que habla sobre las colas y se las trae (yo buscaba algo sobre no poder aceptar un elogio ¡Juas!)


Te cuento algo mi querido lector, resulta que estaba informándome acerca de el gran problema de no saber aceptar un elogio y te juro que no sé como llegue a Juan Manuel Prada, seguramente si no eres español o no vives allí o no conoces mucho de su literatura actual el nombre no te dirá nada pero créeme que después de leer esto iras a buscar en la librería alguna de sus publicaciones y es que el señor se las trae.

Este español nacido por el 1970 que estudió derecho para no ejercerlo nunca, como muchos hacen, en 1995 publicó Coños, un libro “entre la prosa lírica y la escritura automática” dicen en Lecturalia la red social de literatura, comunidad de lectores y comentarios de libros en la web, periodista premiado en España con importantes premios como el Julio Camba y el César González-Ruano o el Mariano de Cavia. También en novela con los premios Planeta de Novela, Primavera de Novela, Nacional de Narrativa de España y Biblioteca Breve de Novela.

En sus artículos del 2004 para El Semanal escribió este que te copio a continuación, disfrútalo, prometo escribir acerca de por qué no puedo tranquilamente aceptar un elogio pero esto que me encontré créeme que vale la pena.

Culos

Resulta muy triste y aleccionador comprobar cómo la naturaleza humana (a la que presuntamente guía un apetito de libertad) se inventa de continuo nuevas formas de esclavitud que sustituyan, bajo las máscaras más o menos sibilinas, las antiguas. Aquel aciago “¡Vivan las caenas!” que el populacho proclamaba exultante, azuzado por elementos reaccionarios, cuando Fernando VII fue repuesto en el trono, mantiene hoy toda su desoladora vigencia.

Una de esas nuevas formas de sometimiento –que, para más inri, se presenta como recurso liberador- la constituye la cirugía plástica, tenebrosa plaga que golpea con especial ferocidad a las mujeres, aunque la igualación en la esclavitud esté propiciando que cada vez más hombres se enganchen como bueyes mansurrones a su carro.

Las mujeres se liberaron de corsés y fajas y demás emblemas de la restricción indumentaria, pero a cambio se han entregado con risueña inconsciencia a las restricciones del bisturí, mucho más severas y mortificantes.

Ahora, con la proximidad del verano, estas formas de charcutería encubierta adquieren renovada pujanza: y las mujeres corren al quirófano a desprenderse de sus cartucheras y de su hermosa celulitis, para poder enseñar en la playa unas nalgas entecas que desafíen las leyes de Newton, como si la misión de la carne no fuese derrumbarse gloriosamente, expandirse gloriosamente, aceptar gloriosamente las heridas del tiempo, que son muescas de una belleza mucho más plena y lograda.

Pues cuando abolimos el tiempo y las leyes gravitatorias, la belleza se convierte en un artificio fósil, encapsulado y estéril.

Hoy quisiera hacer un elogio de los culos opulentos, ubérrimos, esponjosos, orgullosos de su blandura, movedizos y barrocos, frente a esa marea de culos birriosos apretados que nos pretenden imponer desde los quirófanos, esos culos subnormales, extirpados de celulitis plastificados y andróginos, que ejercen sobre la lujuria un efecto similar al del bromuro.

Gabriele D’Annunzio, fervoroso rapsoda del culo femenino, escribió un soneto titulado A la hermana de la luna, del que aventuro una traducción pálida y aproximativa:

“Forma tan dulce que te redondeas

Donde los riñones insertan su arco

Y, que vnciendo en tu abundancia a los senos,

Ya desbordas mi mano que te explora

Y te divides y desdoblas en dos mundos

Donde el pecado desea encerarme

Como en un paraíso, con sus bienes

Más raros y misterios más hondos.

¡Oh voluptuosas!

Resplandece aquí, cual mármol argivo,

Si te invoco, despojada de velos,

¡Oh tú carnal hermana de la luna!

Ese dulce desbordamiento de la mano al que alude D’Annunzio, esa carnalidad que vence en abundancia a los senos y, como ellos, acepta las leyes de la gravedad, es lo que aquí reivindico, hastiado de esas modas estreñidas que nos pretenden imponer un culo femenino recauchutado, jibarizado, antipático al tacto y abominable a la vista.

Deja, querida lectora, que tu culo se desborde y se desmande; deja que la celulitis lo adorne con sus magulladuras –que no son un síntoma de decadencia, como quieren hacerte creer, sino un gozoso síntoma de la edad núbil-; deja que muestre su voluptuosidad y no lo reprimas en el quirófano pues operar un culo es tan cruel como cortarle las cuerdas vocales a un adolescente para que no delate las alteraciones viriles de su voz.

Recuerda que el hombre que no te ama con celulitis no merece ser amado, por majadero y soplapollas, pues esas diminutas abolladuras son el mejor reclamo del deseo, la tapicería que añade temblor a tu piel (porque el culo tiembla o no es culo) y proclama tu feminidad.

No dejes, en fin, que te arrebaten uno de tus atributos más nobles (y también más cachondos, dicho sea con todos los respetos).

Alguna vez hemos llegado a probar –pese a que habitamos un mundo cada vez más artificial y aséptico- una manzana recién arrancada del árbol. Son manzanas de aspecto magullado, a veces excavadas por los gusanos; sin embargo, ¡qué distinto su sabor del de esas otras manzanas de aspecto lustroso que compramos en el supermercado, envasadas al vacío en una especie de condón profiláctico! Un culo con celulitis es como una manzana arrancada del árbol.

Quizá su aspecto externo sea al principio un poco disuasorio para el gusto afectado y tiquismiquis de esta época que nos ha tocado en suerte sufrir; pero, ¡ah, cuando el hincamos el diente!

Y aquí lo dejo, que luego dicen que soy un cochino.

Juan Manuel de Prada.

Sinceramente espero sus comentarios porque yo estoy patidifusa, estupefacta, bizca de toda bizquera y

con la boca abierta que me llega al suelo porque es la primera vez que leo a un hombre expresarse así

de los culos celulíticos (léanse potos celulíticos en Perú) o, es que Juan Manuel piensa que le va a salir

carísima la operación a la mujer, o quien sabe que esté pasando por ese cerebro.

(otra cosa que no se que hacer, para mis amigos blogeros de blogger, no se porque cuando inserto una imagen, tanto tamaño, fuente y espacios de las oraciones sufren modificaciones que no logro resolver dentro de este recuadro, me ta exasperando en serio por fa auxilio)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues el artículo se las trae, si, y mucho, pero mira, creo que algo de razón tiene, y me da la sensación de saber por donde va. Creo que estamos confundidos en la epoca que vivimos y nos hemos dejado llevar por la esclavitud de la imagen, y por mucho que se diga, no miramos más allá de una cara bonita.

Un beso cielo

Miyita dijo...

Muy cierto eso de la esclavitud de la imagen, tienes muchísima razón, besitos muchos para ti

Chanex! dijo...

Woowwwww
Como que ahora me quedo más tranquila sabiendo que alguien gusta de los potos celulíticos como los míos jejeje

=)

Miyita dijo...

Chanex parece que a más chicos también les gustan, pera que también soy del club. Deja que se ponga de moda, nos volveremos modelos famosas jajajajajjajajja

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails