martes, 31 de agosto de 2010

LA AVENTURA DEL PASAPORTE







Y bueno te prometí querido lector que te contaría la aventura de los pasaportes, allí va.
Contentos por la idea de viajar de nuevo nos pusimos a ver los catálogos de viajes, que si al oriente, mejor a Norteamérica, que tal a Europa, así nosotros muy entusiasmados cuando a mi marido se le ocurre preguntar por los pasaportes, ya con ellos en la mano se le borró de repente la sonrisa y puso cara de  pánico. Miyita…nuestros pasaportes… ¡vencieron! Estamos fritos, y ahora ¿qué haremos?

Es que para sacar los documentos en mi país literalmente nos da pánico, es engorroso, fastidioso, cansado, tedioso, aburrido, y se pierde mucho tiempo en algo que podría con un poco de sentido común ser más ágil.

Sacar nuevos, ¡qué nos queda!
Bien la buena noticia la daban las radios con eso que tu nuevo pasaporte guinda lo obtienes en menos de veinte minutos y te lo dan al toque.

Si tú ja, ja, ja.
Pues nada, al día siguiente nos dirigimos a San Isidro al sótano del estacionamiento en el ovalo Gutierrez. Dimos toda la vuelta al ovalo para entrar porque no habíamos reparado jamás que existía una entrada por allí hacia el sótano. Ya dentro un letrero grandote decía que 3.50 soles la hora, no importa, además se supone que solo estaremos a lo más veinte minutos.

Estacionamos volando, la hora en mi iphone decía 7:40 de la mañana, salí a toda prisa de la camioneta seguida de mi marido. Mientras arreglaba mi poncho rápidamente, miré con mucha desconfianza a las tres mujeres y al tipo que se apostaban en la escalera y nos miraban mucho, “nos miran con cara de hambre, tendremos cara de hamburguesa supongo” me dije, “tienen una cara de tramitadores trafa” (huelo ilegalidad, la huelo a kilómetros).

Una de ellas me mira remedando una sonrisa: “¿pasaporte?” alcanza a decirme con un tonillo que no entiendo, ella no ve mis ojos porque llevo mis enormes anteojos oscuros puestos. Con un seco “no” paso de frente sin mirarlos, más parecía un gruñido que una respuesta. Se acercan a mi marido zalameras preguntándole si desea sacar pasaporte, si tiene la copia de DNI, y no sé que más que no alcanzo a oír porque literalmente paso embalada solo le digo a mi marido en voz alta: saca las copias que yo hago la cola. Y me lanzo por las escaleras a toda velocidad, el horario de atención empieza a las 8.00 a.m.  Y para mi sorpresa hay como 60 personas divididas en dos grupos sentadas en sillas de plástico esperando todas con sus DNI, copia y recibo del banco en la mano. Niños correteando mientras los padres conversan sin dejar de mirar al vigilante que sostiene una tabla con papeles y su radio en la otra mano, ancianos expectantes en el mismo grupo. En el grupo que me situé yo hay solo adultos, todos con  cara de impaciencia (claro es la actitud de los madrugadores, los puntuales). A eso de las 10 de la mañana llegan los tardones y no hacen cola (para qué si todos nosotros ya pasamos y no hay ni un gato) luego se acercan a las ventanillas rápido y salen casi al mismo tiempo que nosotros sufridos puntuales madrugadores.

El vigilante habla con dos hombres, estos se sientan tras un mostrador dándole indicaciones al vigilante, todos nos atentos los observamos a la espera que empiecen a llamarnos. Nos hacen formar dos colas entonces y nos van repartiendo números mientras yo no dejo de mirar las escaleras y preguntarme donde se metió mi marido, es demasiado tiempo para sacar dos miserables copias. Antes que llegue hasta mi sitio el vigilante, llamo a mi marido al celular y justo en ese momento lo veo bajar corriendo las escaleras y al llegar con cara de travesura me dice al oído: Miyita, me ofrecen sacar el pasaporte por 350 soles. ¡¿Qué?! ¡No! Digo yo, la verdad quería gritarlo, agarrar a mi marido por el cuello y ahorcarlo, agarrar a las tipas y ahorcarlas, acaso somos requisitoriados, acabamos de salir de un penal, somos delincuentes nosotros para hacer eso ¡claro que no! ¡Me niego terminantemente ¡es más me indigna! , pero solo me limite a preguntar por los papeles, mi marido respondió que ya los trae.

Y no regresa, yo tengo ya dos números en mi mano, el vigilante buena gente (como vio que mi marido salió me los dejó a mí, algunos no lo harían que son mas cuadrados) al terminar de numerar a las personas nos hicieron sentar en las sillas y empezaron a llamarnos por grupos de 5 o 6. Mi marido no regresaba. Así que volví a llamarlo cuando de nuevo lo veo bajar corriendo (ya se para cuando quiera que venga nomas agarro el iphone y marco su número, ya es cábala je,je)

Oye ¿por qué te demoraste tanto? Pregunto, temiendo la respuesta, porque esta gentuza es de lo peor, y como mi marido me conoce, antes que yo siga haciendo cerebro y explote me dice: “es que no me los querían dar, decían que los habían llevado adentro que ya lo estaban haciendo, así que le dije a la gorda esa: mira, por mi no hay problema pero mi mujer no quiere, ella es abogada y con ellos yo no me meto así que mejor me devuelves mis papeles”. La tal gorda corrió y se los devolvió en un santiamén, vaya reputación que tienen los abogados. 
Claro yo felicité a mi marido por su reacción tan rápida y nos dirigimos a la ventanilla “subiendo a la derecha ventanilla 1”, que no era una ventanilla sino una puerta, nos hicieron pasar muy pronto ni dos minutos allí parados ya nos llamaban cada uno frente a una señorita que nos mostraba la pantalla a ver si nuestros datos estaban bien.  La señorita  empieza a mirarme atentamente. Yo le sonrió. Sigue mirándome atentamente. Yo me acerco también a ella sonriéndole.  - Sus ojos son verdes- dice. –No, son pardos- digo. Se me acerca tanto que con mi presbicia la veo borrada y me dice: - verdes, yo los veo verdes- Con cara de asombro respondo: ¿sí? Yo los veo pardos.- ¿Qué le parece pardos claros? Me pregunta. –Bueno – respondo sonriéndole. Así queda pardos claros, estatura, estado civil todo conforme. Mientras ve no se qué cosas nos ponemos a hablar del clima, nos morimos de frio ambas, y nos despedimos amablemente.
La gente que se está ganando con la conversa nos mira con cara de y estas dos ya están loreando demasiado, que tanto hablan, apúrense par de loras, ¿y yo qué culpa tengo? Vuelvo a salir de la oficina 1 y luego me vuelven a llamar pero esta vez una rubia malagracia que mientras le da algo a otro solicitante me dice sin mirarme siquiera (ni mirar a la máquina): Miyita, mire a la cámara, Miyita mire al a cámara. Yo miro fijamente mientras ella habla con un solicitante y pestañeo pues, y la tipa: Miyita, ¡mire a la cámara! No le respondo nada, es más, la ignoro olímpicamente tanto así que sigue repitiendo dos veces más que mire a la cámara hasta que por fin toma la fotografía. Tanta cosa para salir con cara de presa.

Mi marido ya está afuera muy divertido burlándose que me tocó la malagracia.  Nos dicen que esperemos frente al a oficina 2, allí al costadito. Estuvimos parados, con todo el aire frio de una mañana gris lluviosa más de una hora, hasta que por fin nos llamaron por el altavoz para recoger los pasaportes, firmamos y nos tomaron las huellas digitales.

Congelados como pingüinos subimos a la camioneta agradecidos por tener por fin donde sentarnos y estar calentitos,  despotricando de los comerciales que hablan de la entrega del pasaporte en menos de 20 minutos. Llego a la casa a la 12 del día, Samuelito está desesperado por estar solito tanto rato pero feliz porque va a comer a su hora ¡quien como él! Yo recién voy a preparar mi almuerzo.

3 comentarios:

Gary Rivera dijo...

oooh dios el mio vence en el 2011, aun recuerdo cuando me tomaron la foto para el pasaporte!
Me sente aproximadamente 3 centesimas de segundo! SIGUIENTE!! mi foto del pasaporte es inmostrable!! ya quiero cambiarlo jajaja

Si lo mejor es sacarlo por la legal!! Y esto de que lo sacas es 20 minutos es pura trafa! jajaja confirmado!!

Miyita dijo...

Absolutamente confirmado!!
Gary con esa camarita que tienen o sales con cara de loco calato o sales con cara de preso o de marciano (yo salí con cara de los tres)

Cristian dijo...

Para los que nos gusta viajar mucho a distintos sitios esta bueno averiguar todo lo relacionado con los países y como llegar de buena manera. Siempre que viajo me gusta llevar alguna comida para el vuelo y por eso en las horas previas a partir preparo algunas cosas en mi horno.

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