jueves, 30 de setiembre de 2010

LA AVENTURA DE...LA VISA





Siguiendo con la aventura, este capítulo trata de la aventura de la visa.
Ni bien tuvimos nuestros pasaportes en la mano y ya decidido nuestro destino de viaje enfilamos a la computadora para pedir nuestra cita en la embajada donde comenzaría nuestro tour. Dije bien, enfilamos, mi marido, yo y Samuel derechito hacia el escritorio. De repente mi marido se para en seco y se da vuelta delante mío, sus bigotes necesitan un especialista, mientras yo los examino detenidamente (y de cerca) expone sus dudas, una tras otra elevando la voz presa evidente de tensión. 

¡Shhh!, ya, vamos camina. Lo tomo de los hombros y lo hago girar en redondo derechito al escritorio. Se le va el santo al cielo, frase de Ricardo Palma, tradicionalista peruano, para indicar que se pierde en sus cavilaciones acerca de cualquier cosa mientras se supone debe concentrarse en lo que está haciendo, para eso estoy yo, su ancla a la realidad, para traerlo de vuelta, recordándole que haga la cita, llene los datos, que tomo nota de sus dudas, que lo veremos más adelante cuando se presente el problema. 

¿Será la pitopausia o tensiones acumuladas?, últimamente jalarlo de la cuerda para que aterrice en tierra se hace más común, y sus estallidos emocionales.

Teníamos la cita a las 8.45 a.m. en la embajada del país donde empezaría el tour. Nos levantamos a las 6.00 a.m., tomé un té cargado, me bañe, me vestí, bajé las escaleras a esperar a mi marido. 7.00 a.m., 7.15 a.m., mejor me siento me dije. 7.20 a.m., subí las escaleras y el susodicho aún en el baño. 7.30 a.m. salimos en la camioneta con nuestros papeles previamente ordenados, los originales acá, las copias debajo, y cada uno con su folder por supuesto. 


Debo contarte querido lector que Lima es la Luna. Está llena de huecos llamados baches tan antiguos que muchos de ellos cumplen bodas de plata, de huecos hechos por los alcaldes en campaña reeleccionista (inclúyele aniegos por rotura “involuntaria” de tuberías de agua o de desagüe), de huecos hechos por constructoras de pistas y veredas, de huecos hechos por trabajadores de las compañías de teléfono, agua, luz, tren eléctrico, metropolitano, o quien michis en Lima deba hacer un hueco en el piso, pista o vereda, pues todos esos huecos, con sus respectivos trabajadores y maquinarias de día (porque de noche no trabajan, y los que lo hacen contaditos y me sobran dedos en una mano) todos esos huecos hay en Lima. Súmale las líneas de buses, microbuses, combis, mototaxis, y taxis, de los legales y los clandestinos y tienes el infierno de Dante frente a ti, no te cuento de los semáforos porque ya me cansé y además se me hace muy larga esta entrada y tú te aburres.

Mi marido sentado al volante de la camioneta vocifera como loco calato al que le tiran agua fría, el transito está detenido, no deja de mirar el reloj del panel y de gritar mientras yo estoy sentada en el asiento del copiloto aplicándome mi crema para manos, avanzamos un poco y vuelta a detenerse el tránsito, él a gritar que si salimos tarde, que no llegaremos jamás, que tanto papeleo hecho por las puras, que me dijo que teníamos salir más temprano, y de pronto me suelta:

¡Tú tienes la culpa, toda la vida te digo lo mismo pero no me haces caso, debimos haber salido antes! ¡Todo es tu culpa! ¡Todo es tu culpa! ¡Todo es tu culpa!

¡Ah!, se me está subiendo el indio, mientras guardo mi cremita de manos diciéndole en un tono de voz bajo pero audible que se tranquilice, me pongo el anillo de plata con huayruros (semilla de la selva mitad roja, mitad negra que me encanta), siento como la rica Vicky (distrito de La Victoria, popular por excelencia bastante “movidito” por cierto) grita desde mis adentros. Ciertamente mi amígdala dice que le dé un grito bien dado pero mi lóbulo prefrontal dice que trate de tranquilizarlo. 

Un fuerte respiro de mi parte y me volteo, me saco los anteojos oscuros que llevo puestos y le digo a voz en cuello que quien se demoró media hora en el baño fue él, yo ya estaba bañada, encremada, perfumada, maquillada, de tacones número nueve y abrigo, con la cartera en la mano y él no aparecía en la cocina, así que mejor se callaba la boca, ponía las dos manos en el timón, y manejaba calladito, porque me tenía podrida. Dicho lo cual giré lentamente en mi asiento, me coloqué los anteojos y me quedé callada como había estado casi durante todo el trayecto salvo para decirle “tranquilízate”. Después de veinte largos minutos durante otra parada forzada del tránsito dijo: ¡Yo tengo la culpa! ¡No entiendo como perdí media hora en el baño! ¡¿En qué momento se pasó el tiempo tan rápido?! Seguía gritando y si seguía gritando me iba a dar migraña así que tuve que decirle que ya se calmara con una voz que me asombró a mí misma, no sé de donde saco una voz tan calmada.

Cuando estábamos en la avenida Javier Prado a faltando treintaicinco minutos para la hora y a tres cuadras de la embajada gran atasco del tránsito, no se movía ni para atrás ni para adelante y estábamos a menos de 50 metros de doblar la esquina para salir a la cochera dejar la camioneta y correr a la embajada. Veinte minutos, quince, diez. Algo hay que hacer me dije, mi marido estaba mucho más calmado (claro si ya había hecho catarsis ¡no faltaba más!) pero yo no, ¡yo ya estaba a punto de estallar! Y cuando Miyita está a punto de estallar se mueve.

Me saqué el cinturón de seguridad, alcancé los dos folders que estaban sobre el asiento trasero, abriendo la puerta le dije a mi marido: ¡Estaciona la camioneta y corre a la embajada que voy haciendo la cola! Mi marido quedó en la camioneta gritando que me iban a asaltar, que no me fuera, que estaba loca, yo levanté la mano derecha mientras corría para mostrar mi arma de defensa favorita, una botella de cierta bebida rehidratante de vidrio bien asida por el pico, a ver quién se va a meter con una señora que amenaza ponértela de sombrero.  Mientras yo corría a ratos y a ratos caminaba tratando de cortar camino hacia la embajada mi marido por la otra cuadra venía corriendo llamándome que lo alcanzara, bueno el no lleva tacones, por fin estamos en la puerta de la embajada entramos y ¡voila! Las 8.44a.m. no digo, nosotros siempre somos muy puntuales.

Pase usted su cartera por la banda señora, tome la identificación de visitante y siéntese en el patio. ¡¿En el patio?!  Si, en pleno patio, con una enredadera seca sobre nuestras cabezas, muertos de frio habíamos más de cincuenta personas algunos esperando desde las 8.00 a.m. me alegré de haberme puesto mi abrigo negro de alpaquita.

Todo el mundo tiritando, preguntandoles a los de seguridad cuando empezaban a atender, porque los de la universidad del Pacífico tenían preferencia en la única ventanilla que parecía estar atendiendo (con esas lunas oscuras no se veía a nadie detrás de la ventanilla) pasada una hora fui  al baño, ni papel higiénico había, felizmente hasta jabón suelo llevar. 

Pasadas dos horas. Un grupo está llenando de nuevo los papeles, se los han rechazado, están atendiendo en dos ventanillas lo cual me da alguna esperanza de salir de allí antes de las doce del día.

Pasadas tres horas, por lo menos el grupo y cuatro personas más tuvieron que rehacer los papeles, la cola avanza lentamente como procesión, algunos se trajeron café en vasitos de cartón, uno se trajo dos panes también y mi marido y yo nos preguntamos hasta cuando más tendremos que esperar, ya fui al baño por segunda vez y le presté el jabón a una señora.

Son las doce del día y estamos haciendo la cola por fin, mi marido tiene bien llevada la cuenta de cuantas personas rehicieron los papeles, a cuantos los hicieron mostrar dos veces sus documentos originales, ¿querrá estresarme más?

Estamos los dos parados en medio del patio, esperando que nos llamen, a través de las lunas oscuras de las ventanillas no se ve nada, me asalta una duda, ¡¿Cómo michis voy a saber cuándo me llaman si no veo nada?! Estoy en eso cuando mi marido escucha su apellido y se acerca, está como a seis metros conversando con el de la ventanilla, de pronto me dice que me acerque, obviamente saludo mientras deslizo mis originales por la rendija y un par de dedos se los lleva, también las copias. Desde acá distingo un hombre alto que sella todas las hojas a la velocidad de rayo y las pone en algo que no logro ver, regresa a la ventanilla y nos dice que nos acerquemos a la ventanilla de DHL, ¡¿tan rápido?! Mi marido y yo nos miramos, estábamos pensando lo mismo, rapidito nos fuimos a la ventanilla de DHL, y nos dieron la fecha para recabar los pasaportes y demás papeles.

No solo pensábamos lo mismo mi marido y yo, al levantar la vista mientras nos dirigíamos a la ventanilla de DHL las caras de los que estaban sentados mirándonos también expresaban lo mismo ¡¿Tan rápido?! No se demoraron creo ni en mirar los papelitos. 

El miércoles estuvimos en DHL para recoger nuestros papeles, nos dieron la visa, bonito el sello del visado, mi marido sonrió tranquilo por fin. 

Estas hecho un atado de nervios ambulante, le digo.

La verdad que si Miyita, me dice.

Sonríe tranquilo, me invita a almorzar en el Jockey Plaza, me acaricia el cabello y a ratos me toma de los hombros, es su forma de decir que se siente bien y darme una disculpa, me besa el pelo, yo lo miro de costado y sonrió. 

Me toma de la mano y me da las gracias.

Tengo mucha paciencia, con los años, tengo más.

6 comentarios:

actvservidor dijo...

En serio, toda una virtud la paciencia; y requiere de mucha sabiduría además. Eres una buena esposa y él es muy afortunado.

saluos!!

Miyita dijo...

Muchas gracias por tu comentario y por tu visita, por cierto tienes un muy buen blog.

Anónimo dijo...

Pienso que lo que más hermana a nuestros países es el horror del estado de las calles y la maldita burocracia! Hasta cuándo!!!!!!!
Tu paciencia no conoce límites, realmente lo tuyo es un sacerdocio, jajajajaja!

La anécdota es muy divertida, pero hubiera preferido no vivirla, aunque tuvo final feliz.

Muchas gracias por tu visita.

BESOTES GUAPA Y BUEN FINDE!

el güilo dijo...

El marido, las calles, las oficinas. Cuánto lío. En compensación a eso debo decirte que te ves bien corriendo por la calle. Un abrazo.

Miyita dijo...

Stanley, absolutamente de acuerdo contigo ¡en todo! besos muchos.

Miyita dijo...

Gûilo, y el lio sigue, así andamos en Lima, estoy esperando los resultados oficiales de las elecciones municipales y regionales, ya son las 23:47 y solo tenemos resultados parciales al 12%, cuando las mesas de votación se cerraron a las 16:00, ¡en fin!. Besitos muchos.

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