miércoles, 7 de marzo de 2007

Un recuerdo desagradable que no entiendo porque recordé

Ayer me metí a una página de terra que tenía un test muy sugestivo decía: ¿Eres normal? ¡Uy! ya me pegué...no lo voy a ver... pero el ojo me jalaba ¡caracho! y la mano mas... hasta que el dedo traicionero, ese índice derecho malo, pirata, filibustero, al que ya no quiero mas pinchó el rectangulito y ¡zaz!, ya estaba yo leyendo la primera pregunta de una lista de preguntas bobas con respuestas aún mas bobas pero entretenidas. Ya me estaba dando la idea de que era algo así como una marciana o venusina mejor ¿eh?, cuando me repregunto a mi misma... mi misma dime ¿qué es normalidad?...vació. Lo que recuerdo es que normalidad viene siendo lo que la mayoría realiza, lo que un grupo grande de la población mundial ejecuta y se acepta por el resto como estándar, se supone que es el patrón con el cual se compara uno para saber si sale de ese patrón para considerarse anormal. Lo que también recordé y muy vividamente fue que en mi clase de biología en el colegio (debo analizar porque este recuerdo es reiterativo cuando hablo de normalidad.. .necesito un sicoterapeuta urgente) teníamos que estudiar los órganos internos de un bichito, la profesora que por cierto no me tenía ningún cariño y mas bien una fuerte ojeriza de la que ya todo el salón se había dado cuenta desde que ella nos enseñaba geografía mucho antes en fin...la profesora me eligió para comprar el bichito que debía ser un pato. Fue especificado peso, edad, sexo, color (¿habría que especificar el nombre del pobre animalito? recuerdo que también pensé) pues bueno esa ave no la podía conseguir en el mercado de cerca de la casa asi que le llevé un pollo, gallina o no recuerdo que consiguió mi mamá. Llevé al animalito casi sin mirar, es mas, mi madre lo trajo a la puerta del colegio y de allí en la bolsa se lo entregué a la profesora en propia mano. No sé que pensaría esta señorita (en ese tiempo aún lo era) cuando me miró un momento antes de decirme que yo tenía que ayudarla. Imaginen la cara de las alumnas, obviamente ninguna querría matar al ave, todas me miraban con cara entre horror y conmiseración pero no se de donde saqué fuerza y me revestí de la mas extraña dureza. Claro está que me dijo que matara al ave. Mi respuesta fue: profesora no tengo la menor idea de como hacerlo. Así que la mujer sin asco alguno despachó al animalito, desgraciadamente con mi ayuda. No moví un músculo de la cara, no lloré como algunas de mis compañeras ni puse cara de asco como el resto. Mi mejor amiga me dijo luego que ella no sabía como había podido ayudar a la profesora en la muerte y disección del animal, ni como había podido encima llevarme los restos del mismo, que me sabía fuerte, pero que no sabía hasta donde podía llegar. Desde muy pequeña había dado muestras en casa y en donde fuera que para mí los animales son y serán seres importantes, dignos de respeto, de amor y de conmiseración; en el aula y en el colegio sabían perfectamente puesto que habían sido participes de muchas campañas organizadas por nosotras en pro de esa causa. Luego me enteré que la profesora había dicho que nunca pensó que yo me prestaría para eso y que estaba verdaderamente asombrada de mi comportamiento, es mas, dijo que seguramente tendría pesadillas por una semana. Todo esto es para sacarme el clavo y presentar la maldad de esta tipa metida a profesora, y también para preguntarme si exponer al dolor a los chicos es normal, si enfrentarlos con la muerte para satisfacer la curricula escolar es normal, si agredir es normal, si la violencia justificada por algo que se supone de provecho es normal. Las revisiones de lo que se considera normal, anormal, justo o injusto, bueno o malo, es mejor que las realicemos periódicamente. Cuestionemos o confrontemos todo contra nuestra conciencia. Confrontemos nuestras ideas, indaguemos, estudiemos, contrastemos todo, ¿quién dijo que esto o aquello es normal porque antes lo fue? o mejor aún, ¿quién dice que esto es bueno? o malo. Tenemos la desventaja de que mientras hemos sido niños asimilábamos todo como una esponja, nos lo tragábamos enterito sin digerir. Creíamos todo lo que nos decían, todo lo que nos presentaban como adecuando esa guardado en el estante así tal cual sin la mayor observación. Que suerte que ahora podemos decir... no señor no es cierto, este juicio no es verdadero y no cumple, puedo sacarlo del estante de las cosas sagradas para tirarlo al tacho de la basura. Todo es relativo gracias al dios que inventamos (chiste particular, besote)

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