lunes, 2 de abril de 2007

Espantando viejos fantasmas o, sicoterapia casera y al vuelo.


Ni bien entramos por la puerta nos dimos cuenta que algo pasaba. Más bien sabíamos que habría problemas de antemano. Ayer fue cumpleaños de un familiar directo, ya mayor, y que vive a dos casas de la nuestra. Era imposible e impostergable no saludarlo y eso fue lo que hicimos, luego de dejar prácticamente el almuerzo listo nos dirigimos a su casa. Ya toda la familia estaba reunida, los hijos y los nietos respectivos, a cada uno su abrazo y beso reglamentario, un intercambio de palabras y sonrisas haciendo tiempo para que el cumpleañero llegara. El chico que limpia los carros en la cuadra le avisó que su llanta literalmente estaba en el suelo así que lo mejor era parcharla no quedaba otra porque con toda seguridad por lo menos había un gran agujero para que estuviera en ese estado, el grifo mas cercano está a unas siete u ocho cuadras de la casa: -así que no demora nada hija te lo aseguro, no tarda en llegar nuestro viejito.-; decía la esposa. El caso es que el pobre se apareció bastante mas tarde de lo esperado, se le había “plantado el auto” y no había forma de moverlo, en domingo encontrar un mecánico sobrio y casi a la hora de almorzar es un milagro, felizmente los chicos del grifo dieron aviso a uno que vive relativamente cerca y se solucionó el problema, con el calor inusual que hacía nuestro cumpleañero pidió que lo disculparan por un momento pues quería darse una merecida ducha para poder recibir los abrazos y besos como es debido. Mientras tanto, los hijos acomodaban la mesa, iban y venían los cubiertos, platos, servilletas, fuentes y demás necesarios para la mesa, sacar los regalos que estaban desperdigados por todos lados. Nosotros habíamos pensado en visitar al homenajeado, saludarlo, estar con ellos un momento y retirarnos para ir a nuestra casa a almorzar pero el inconveniente del auto nos retrazó. Tuvimos que quedarnos y almorzar:-poquito nomás, porque hemos dejado el almuerzo listo en casa-, no era cosa de desairar. La conversación durante el almuerzo muy salpicada de carcajadas y recuerdos de alguna que otra anécdota de los mayores que desternillaba de risa a los nietos. Tuvimos que marcharnos antes del postre, como somos familia cercana y el imprevisto del auto supieron entender que teníamos el almuerzo esperando en casa. Las despedidas y la promesa de ir mas tarde a cantar el cumpleaños feliz. Por eso no me sorprendió la andanada de insultos y gritos ni bien abrimos la puerta de casa, fue como la calma que precede a la tormenta (tormenta en un vaso de agua pensé luego) pero igual…me demoré un poco en empezar a responder cuando mi acompañante dijo que el cumpleañero no se hallaba en casa y llegó mucho mas tarde de lo esperado. Siguió la andanada de gritos, insultos y amenazas dirigidos hacia mi, por lo que decidimos simplemente servirnos nuestro almuerzo e ignorar. Mientras esto ocurría mi cerebro empezó a funcionar a mil por segundo. Ese dolor hondo y viejo, atenuado pero reconocido como lejano que me venía a perseguir ahora sin ningún motivo aparente, dolor de sensación de culpabilidad, tan arcaico, profundo, lejano y hondo como solo puede ser dolor de niñez triste; no tiene porque asaltarme ahora ¿dónde está mi culpa? ¿culpa ... de qué?; de un solo pensamiento fue detenido, porque ya había superado largamente la sensación de “no ser querida” que tuve otrora. Siendo hija no deseada, chivo expiatorio familiar, y el blanco favorito para descargar las iras me había acostumbrado a la sensación de “estar mal”; los niños no tenemos la culpa de no ser lo que los padres esperan (en todo sentido, no parecerse a ellos, no ser hombre, no tener los mismos gustos, ni las expectativas ni las creencias etc.). Y eso que te dicen: -a todos ustedes los quiero igual porque todos son mis hijos- es una gran mentira que ni ellos se las creen; todos absolutamente todos los seres humanos tenemos preferencias por uno u otro ser humano a nuestro alrededor. Las personas tenemos diferentes capacidades, habilidades y también tenemos diferentes capacidades para amar, demostrar afectos, sensibilidad, no todos tenemos la misma capacidad de dar amor en la misma proporción. Un niño que se siente no querido, se siente malo, y culpable de no ser amado. No entiende los por qué, solo guarda en su memoria la sensación de dolor, culpabilidad asociada a un hecho, palabra, olor, color etc., determinados y luego muchas veces sale subrepticiamente a corroernos el alma. Pero cuando entendemos que las personas no es que nos amaban sino que no nos amaban como nosotros queríamos o necesitábamos ser amados es otra cosa, ese dolor se diluye. Que culpa tienen esos padres de no poder querernos como queremos ser queridos si no tienen capacidad, no puedo pedirle a un vaso la capacidad de almacenamiento de una piscina (alberca). Este pensamiento detuvo ese sentimiento de dolor culpable que intentaba aparecer.
El control de los impulsos es un dominio que tenemos a partir de los once años de edad. La inteligencia es la capacidad de saber utilizar lo que está a nuestro alrededor en forma acertada en toda actividad que estemos desarrollando. No es un número de coeficiente intelectual nada más. No se puede ser inteligente, demócrata, asertivo, en la oficina y ser un neardelthal cavernícola, prepotente, patán en tu casa. Mi abuela decía:-entiérrale la uña, si salta el barniz, claramente no es porcelana-.
La “clase” se demuestra bajo presión.

2 comentarios:

lauruguacha dijo...

Teniéndola tan clara, amiga: ¿ Por qué soportas a un ser así? ¡ Te quiero mucho!

Miyita dijo...

circunstancias miga... solo circunstancias, yo tambien te recontra quiero

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